El Señor pasó tiempo desarrollando la fe de sus discípulos porque sabía que lo necesitarían para desempeñar las tareas que vendrían. Durante más de tres años, asistieron a una escuela de fe, con el Señor como instructor y su Palabra como material de estudio. A veces, Cristo usaba instrucciones verbales, pero muchas de las lecciones las enseñaba con ejemplos: sanó a enfermos, expulsó a demonios, alimentó a miles de personas y calmó el mar.
A veces, la comprensión de los discípulos era lenta o vacilante, pero Cristo nunca se dio por vencido. Los reprendía cuando mostraban falta de fe (Mr 4.40), pero también elogiaba las señales de progreso (Mt 16.15-17). Su objetivo era establecer firmemente su fe para que Él pudiera llevar a cabo su obra en ellos y a través de ellos.
El Señor tiene el mismo objetivo para nosotros: aumentar nuestra fe para que podamos hacer el trabajo que ha dispuesto para nosotros (Ef 2.10). Cuando nuestra fe sea grande, nos confiará desafíos y logrará cosas asombrosas a través de nosotros. Pero una fe pequeña limita la actividad de Dios en la vida del creyente. Él nos utiliza solo en la medida en que confiamos en Él.
La fe se edifica aprendiendo de la Biblia qué creer, y luego siendo probados en situaciones que nos obligan a confiar en Dios en vez de hacerlo en nuestro propio entendimiento.
BIBLIA EN UN AÑO: APOCALIPSIS 1-4